Esta es la llamada que el Papa Francisco hacía en el Día de las Misiones, en el mensaje que envió a toda la Iglesia. «Urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo.»
Sor Elise Marie de la Croix, como podemos muy bien intuir por el nombre, es francesa. Con alegría dejó su Francia natal para aprender español en Madrid y así prepararse para su nueva misión, Perú. Con mucha sencillez y entusiasmo nos cuenta su vocación y el motor de su vida.
«Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia la tierra.» (Mt 5, 4)
En el retiro espiritual que hice el pasado mes de abril, esta bienaventuranza resonó muy fuerte dentro de mí, y aún continúa. ¡Qué alegría tuve al recibir en Julio la noticia de ser enviada en misión a Perú!, alegría de ser enviada a esa tierra prometida. Personalmente no me veo como una misionera. Para mí un misionero es Maximiliano Mª Kolbe, Edel Quinn y, por supuesto, Juana Jugan y Madre Teresa de Calcuta. Lo que me estremece profundamente es ser hermanita de los pobres, una hermana universal. Me impresiona el hecho de ser enviada hacia los pobres para ser sencillamente eso, una hermanita de los pobres, su hermanita; vivir esta fraternidad universal, como la hermanita Madeleine de Jèsus. Cuando me cruzo con alguien y me dice: Buenos días hermanita, me dan ganas de decirle: buenos días hermano. En realidad somos todos hermanos. Esa fraternidad universal es lo que me hace vibrar, me hace avanzar en la vida.
Hace poco recibí una carta de la comunidad a donde el Señor me envía diciéndome que pronto me acogerán en esa tierra de leche y de miel. Esta palabra me emociona, porque me reenvía al Éxodo. Sal de tu tierra, deja tus parientes, y ve al país que yo te mostraré. Dejar mi país es mucho más que eso: es dejar mi lengua, mis seguridades, todo aquello a lo que pueda estar apegada, todo lo que me constituye como persona.
El Señor hace una llamada pero al mismo tiempo hace el regalo de una tierra fecunda y de una bendición. Ve al país que te mostraré y tu descendencia será grande, yo te bendeciré. Esto para mí es importante.
Antes de salir de nuestra tierra, hay que pasar necesariamente por el desierto. Para mí hoy, aquí, es partir a Perú, pero en cada decisión de nuestra vida, hay siempre un momento de purificación para que el corazón sea todo de Él. Yo me pregunto, como dice el canto: ¿el Señor es el nº 1 de mi corazón? El Señor me pide dar este paso, esta entrega en la confianza, pero con un corazón puro, todo entregado a Él. Únicamente podemos recibir leche y miel al pie de la Cruz: los sacrificios, que no faltarán, el trabajo escondido, la humildad de lo cotidiano. Realmente no cuento con mis propias fuerzas, mi único apoyo es Él. En resumidas cuentas creo que todos vamos a la misión, ya sea cerca o lejos, pobres, humil-des, miserables. Mientras más soy consciente de mis debilidades, más capaz soy de ir a la misión. Solo así seré capaz de hacerme pobre en medio de los pobres. Únicamente Él puede dar esta gracia para vivir así ofreciendo todos los pequeños sacrificios de la vida cotidiana, como Juana Jugan, en la humildad; ahí es donde Él hará la tierra fecunda y dará la bendición.