Las casas de las Hermanitas de los Pobres de la Provincia de Madrid acogen, hasta principios de noviembre, a la Madre General M.ª del Monte Auxiliadora, quien llega desde la casa madre, La Tour St. Joseph, para realizar la Visita Canónica.
Acompañada por la Madre Asistenta General Patricia Yvonne, de origen chileno, están viviendo estos días repletos de momentos intensos de encuentros y alegría, oración y escucha atenta.
Son dos peregrinas de esperanza que recorren nuestra geografía española y portuguesa, allí donde el carisma de Santa Juana Jugan sigue vivo gracias a la entrega de las Hermanitas de los Pobres, de los Asociados, de los Voluntarios… de toda la familia de Santa Juana Jugan.
Aquí podrán seguir sus pasos, al mismo tiempo que encomendamos esta Visita Canónica a la intercesión de Santa María Virgen.

Nuestras viajeras fueron recibidas en Madrid el martes 10, en la casa provincial situada en el barrio de Chamberí. Aquel día soleado, aunque no muy caluroso, se vivió como una fiesta. Los residentes las esperaban en el jardín con música y abanicos de colores del Jubileo de la Esperanza, elaborados por ellos mismos, que llenaban el ambiente de alegría. Dos parejas, una vestida de chulapos y la otra con la clásica mantilla española, ofrecieron a cada una un ramo de flores. Un gran logotipo del Jubileo presidía el lugar y, al son del canto del Jubileo adaptado para la ocasión, apareció un hombre vestido de negro, representando la Cruz, que se unió a la danza junto a las figuras, formando un gran corro. La bienvenida concluyó con el discurso de un residente, en un clima de gratitud y fiesta.
El día 11, antes del teatro, la Madre saludó a los voluntarios más asiduos en la sala Juana Jugan, agradeciéndoles personalmente su entrega y entregándoles un detalle conmemorativo. A las 17:00 h comenzó la representación en el salón de actos, repleto de residentes, familiares, hermanitas y voluntarios, en un ambiente muy familiar. En el escenario, una “presentadora del canal 13TV” conducía un especial llamado Informe Jubilar: signos de esperanza hoy, conectando simbólicamente con distintos lugares del mundo para descubrir signos de esperanza.
La primera “conexión” mostraba la elección del nuevo Papa en la plaza de San Pedro, motivo de gran alegría para todos. Luego, dos jóvenes habituales de la Casa representaron divertidos anuncios en los que descubrían las historias de la Congregación y terminaban entusiasmadas por hacerse voluntarias. La segunda noticia llevó a los asistentes a África, presentando con música y baile la fundación de Lagos y la llegada de sus primeros ancianos y benefactores.
La tercera noticia relató el traslado de residentes de la Casa de Aberdeen a Sheung-Shui, en Hong Kong, como signo de esperanza y fidelidad al carisma de las hermanitas. Después, se presentó la historia de una hermanita de 91 años en Estados Unidos, reconocida con la “Medalla San José” por su entrega a los pobres, lo que llenó de inspiración a todos. La escena final mostró la llegada de la Madre General y la Madre Asistenta a Madrid, agradeciendo su presencia como verdaderas “peregrinas de esperanza”.
La jornada terminó en el jardín, donde la Madre compartió un momento entrañable con las familias de las hermanitas, repartiendo detalles y posando para fotos. Los días siguientes estuvieron dedicados a encuentros personales y comunitarios, que ayudaron a renovar el espíritu de la Congregación y el entusiasmo por las vocaciones. Con gratitud, todos se prepararon para la clausura de la visita y la partida hacia Madrid San Luis, encomendando a Dios abundantes gracias para la Madre y su Asistenta.

El lunes 15, hacia las 13:00 h, llegaron a la entrada de la Casa de Madrid San Luis, en Calle Dr. Esquerdo. Ahí toda la comunidad las esperaba con gran alegría. Hubo lágrimas de emoción y un momento especialmente conmovedor fue el abrazo de la hermanita Carmen de St Jacques, quien acababa de cumplir 101 años y siente un profundo cariño por Mère. La entrada estaba bellamente decorada: una alfombra roja conducía hasta la puerta, junto a la estatua de San José se erguía un gran corazón de cuatro metros lleno de rosas rojas, bordeado con unas 400 rosas amarillas, símbolo de acogida y alegría. Una pareja de Residentes, ataviados con trajes goyescos, entregó una rosa a Madre General, mientras Carmelina le ofreció la llave de la Casa. Otra pareja, vestida de trajes chilenos, entregó una rosa a Mère Asste. Patricia.
Una Asociada Juana Jugan pronunció un emotivo discurso, explicando el simbolismo del gran corazón de rosas, fruto del trabajo conjunto de residentes, voluntarios y hermanitas, como signo de amor y unidad. También se dirigieron palabras de bienvenida a la Madre Asistente Patricia, resaltando su vínculo entre Chile y la cuna de la congregación en Bretaña. Tras las fotos de recuerdo, todas las Hermanitas entraron al corazón de la Casa, la Capilla, donde cantaron juntas la Salve Regina, encomendando así la visita a la Virgen.

El día 16 comenzó con la Eucaristía y un recorrido por los comedores, donde saludaron a cada residente y les entregaron un cuadro del Sagrado Corazón y unos deliciosos bombones. Las empleadas, agradecidas, ofrecieron flores a la Madre General, conocida por muchas. La comunidad de Hermanitas interpretó el canto “Totus Tuus” y se le obsequió con una imagen de la Virgen de la Alegría.
El día 17 tuvo lugar el encuentro con los asociados Juana Jugan, seguido de una Eucaristía presidida por Mons. Martínez Camino y concelebrada por 9 sacerdotes. Por la tarde, un buen equipo de voluntarios, Residentes y amigos de la casa, junto a la comunidad, alegraron a todos con un bonito teatro llamado: “Juana Jugan, semilla de esperanza”. La obra fusionaba el antes y el después de Santa Juana Jugan, es decir, cada escena era un puente entre el ayer y el hoy, entre la semilla que fue plantada y el fruto que sigue dando vida. Esto lo hicieron a través de tres escenas dobles, en la primera, la vida de familia de Juana Jugan en Cancale, con su madre y hermanos y la vida de familia de los Residentes en la Casa, la segunda escena fue la acogida de Ana Chauvin unida al respeto por la vida en nuestros días y la tercera la colecta, con la famosa escena del señor que dio una bofetada a nuestra Madre y su cambio de actitud relacionada con la colecta hoy, que abre la puerta a la generosidad y el agradecimiento a todos. Un equipo de teatro intergeneracional: junto a los residentes casi todos nonagenarios, se encontraban madres de familia voluntarias, dos jóvenes estudiantes de Medicina, y dos niñas mellizas.
Fueron muchos los voluntarios vinieron a saludar a nuestras viajeras, las familias también estuvieron contentas de saludarla personalmente. Como ella conoce a todas las hermanitas y a algunas familias es una alegría doble. Continuará…

El 20 de septiembre, las viajeras llegaron a Talavera de la Reina, ciudad toledana reconocida por su cerámica y situada a orillas del Tajo. El título “de la Reina” se remonta a 1328, cuando Alfonso XI obsequió la villa a su esposa, María de Portugal.
La casa de las Hermanitas de los Pobres, fundada en 1885 las acogía sobre las 12:30 h. La Madre General fue recibida con entusiasmo por la comunidad y los residentes, que habían preparado un emotivo acto de bienvenida. La fachada, decorada con paneles de cerámica que representan la Basílica del Prado, una escena de los orígenes de la Obra y una Virgen con el Niño, ofrecía un marco perfecto para la ocasión. Bajo la sombra del patio, dos residentes caracterizados como Don Quijote y Sancho Panza entregaron simbólicamente las llaves de la casa. Otra pareja, vestida con el traje típico talaverano, ofreció unas flores. Seguidamente una residente en silla de ruedas le entregó un bello ramo de “flores”, todos los rosarios que rezan por ella. Este fue un detalle que gustó mucho..
El recibimiento continuó con un poema compuesto por un sacerdote residente, que lo recitó con gran simpatía. Luego, un grupo de ancianos, formando con letras la palabra “Bienvenidas”, presentó un arco de rosas elaboradas por ellos mismos. El acto concluyó con un canto mariano acompañado de guitarra, tras lo cual la comunidad rezó la Salve en la capilla.

El domingo 21, la Madre General mantuvo un encuentro con los Asociados y participó en la Eucaristía presidida por Mons. Jesús Pulido. En su homilía, el obispo de Cáceres, que conoce mucho a la Congregación, recordó la importancia de mantener el espíritu de familia y citó a Santa Juana Jugan: “Miren al Pobre con compasión y Jesús las mirará con bondad”. Después, compartió la comida con los residentes y sacerdotes.
Por la tarde, la Madre General saludó a los voluntarios y agradeció su generosa colaboración. Posteriormente, se celebró la representación teatral protagonizada por residentes y colaboradores. La obra, inspirada en Don Quijote, mostró con humor las aventuras del caballero y su escudero, quienes recogían productos típicos de Castilla-La Mancha —queso, aceite, vino y cerámica— hasta llegar a la casa de las Hermanitas, donde los ofrecieron a la Madre General. Entre los obsequios destacaban dos bellas cerámicas pintadas a mano de Santa Juana Jugan y del Padre Ernesto Lelièvre. La tarde concluyó con la entrega de un cheque gigante, que equivalía a la cantidad de dinero recaudado para las misiones.
El lunes, Mons. Francisco Cerro presidió la Eucaristía y centró su homilía en tres palabras clave: agradecimiento, humildad y confianza. Expresó su aprecio por la presencia de las Hermanitas en la diócesis y compartió un momento fraterno con los sacerdotes presentes antes de despedirse. Continuará…
A lo largo de estos días, la vida normal de la casa ha seguido su curso: los encuentros cotidianos, el diálogo fraterno, las pequeñas atenciones mutuas… en definitiva, la vida sencilla de una Hermanita de los Pobres. El lunes, Mons. Francisco Cerro presidió la Eucaristía y centró su homilía en tres palabras clave: agradecimiento, humildad y confianza. Expresó su aprecio por la presencia de las Hermanitas en la diócesis y compartió un momento fraterno con los sacerdotes presentes antes de despedirse.
El día en que partían hacia Plasencia ocurrió, sin embargo, un hecho particularmente edificante al salir de Talavera. La Eucaristía de esa mañana se celebró sin cantos, en un clima de recogimiento sencillo. Pero al llegar el momento de la comunión, una Residente asistida, desde la tribuna, sorprendió a todos iniciando con fuerza y a pleno pulmón el canto: «Mi boca te cantará jubilosa…», entonando con precisión su estrofa correspondiente. Fue un instante profundamente conmovedor, un signo de cómo Dios revela sus secretos a los pequeños y sencillos.
Y como si el Espíritu quisiera rubricar aquel momento, al finalizar la celebración otro Residente, bastante limitado en sus capacidades, tomó la iniciativa y entonó con fuerza: «Tomad, Virgen pura, nuestros corazones». De inmediato, todos los presentes lo siguieron con entusiasmo. Fue un canto coral improvisado, nacido del corazón, que llenó de emoción la asamblea. Realmente fue un momento hermoso, de esos que quedan grabados en la memoria y que muestran cómo la fe se expresa con mayor fuerza en la sencillez del pueblo de Dios.

El día 24 llegaron a Plasencia hacia las 12:30 h. La historia de la presencia en esta ciudad se remonta a 1881, cuando el Padre Lelièvre, en una carta escrita desde Cáceres a Monsieur Marest, evocaba con delicadeza la belleza de esta región. En ella describía un río que, probablemente, se refería al Jerte: un cauce sereno que fertilizaba el valle, formaba islas verdes, movía molinos con sus saltos y rodeaba la ciudad antes de perderse entre rocas escarpadas. Ya entonces se percibía la riqueza natural de esta tierra, que hacia finales de marzo se engalana con el espectáculo de los cerezos en flor.
Al llegar a la Casa de Plasencia, la comunidad recibió a las visitantes con una calurosa bienvenida. En la entrada, un decorado festivo y ecológico recordaba el tiempo litúrgico de la creación. El camino hasta el salón de actos se encontraba adornado con macetas floridas, mientras las columnas lucían globos blancos y naranjas. Una pareja de Residentes, ataviados con trajes regionales, ofreció a la Madre General y Madre Patricia un ramo de flores, obsequio preparado por una empleada. El ambiente se animó con el sonido de las castañuelas, tocadas por dos trabajadoras también vestidas con el atuendo típico de Extremadura.
El salón, lleno de Residentes, empleados y voluntarios, estalló en aplausos al recibirlas. En el escenario, un coro vestido de “mejicanos” interpretó con entusiasmo el canto «Mi vida está confiada en Dios», acompañado por la imagen de una barca cuyo Capitán era Jesús, que presidía la decoración del lugar. Antes del canto, un breve discurso explicó su sentido y las ofrendas que se presentaban: un cesto con trabajos manuales y el dinero obtenido para las misiones, así como un gran canasto con productos típicos de la tierra. Cada gesto expresaba cariño, gratitud y participación de toda la familia que forma la Casa.

La celebración culminó con el canto de la Salve, que preparó el corazón para el inicio oficial de la visita en la sala de comunidad. En ese momento, la oración se elevó a Nuestra Señora del Puerto y a Santa Teresa de Ávila, patrona de la Casa, pidiendo por el fruto espiritual de estos días, considerado como lo más valioso y esencial.
La jornada siguiente transcurrió en un clima alegre y festivo. La mañana comenzó con la Eucaristía presidida por Mons. Ernesto Bretons, acompañado de tres sacerdotes y solemnizada con el armonio del P. Miguel Ángel Ventana y la coral de Residentes, que dedicaron sus cantos a la Virgen. Monseñor agradeció la acogida dispensada a los Ancianos afectados por los incendios de este verano. Después saludaron personalmente a los Residentes en los comedores, donde un gesto espontáneo de un anciano arrancó sonrisas.
Por la tarde, un simpático espectáculo ecológico unió humor y mensaje. Payasos presentaron escenas divertidas: una “orquesta interrumpida”, una coreografía sobre las 3R y una representación sobre el cuidado de la tierra y de las personas. El acto concluyó con la entrega de un bonsái a Madre Mª del Monte, signo de vida y esperanza. Finalmente, en el “Rincón extremeño”, ella saludó a cada familia y se realizó la foto del recuerdo. Todos dieron gracias a Dios por este día de gracia, bajo la protección de la Virgen del Puerto.
Y así llegó el día de la despedida, aunque no faltó el aire festivo. Desde Plasencia partieron al amanecer bajo una lluvia ligera, pero el clima no apagó la alegría de quienes viajaban y el agradecimiento de quienes se quedaban. En medio de cantos y sonrisas, un simbólico tren, formado por residentes, voluntarios y hermanitas, acompañó a las viajeras mientras los ancianos agitaban globos y palmas.

Una vez dejada atrás “la Perla del Jerte” y después de varias horas de camino, el grupo cruzó el imponente Puente Vasco da Gama y llegó a Lisboa, bañada por las aguas del Tajo y el Atlántico….El recibimiento en la Casa fue inolvidable. En el jardín principal ondeaban las banderas de Portugal, España y Chile. Las empleadas, incluso en domingo, acudieron numerosas; algunas vestían trajes típicos de Lisboa y, al ritmo del popular “Cheira bem, Cheira a Lisboa”, llenaron de color y danza el patio de la casa con las tradicionales “Marchas de Lisboa”. Bajo un arco de globos en forma de corazón, las visitantes fueron agasajadas con flores y productos de la región, acompañados por palabras llenas de cariño. Luego, un grupo de trabajadoras de Cabo Verde añadió el toque vibrante de su cultura con cantos y bailes tradicionales que hicieron sonreír a todos.
El espíritu festivo dio paso a un momento de recogimiento en la capilla, donde todos se encomendaron a Nossa Senhora de Fátima con el canto de la Salve. Más tarde, la reunión con los asociados y la Eucaristía presidida por Mons. Nuno Isidro, obispo auxiliar de Lisboa, se convirtieron en un espacio de fraternidad y fe compartida, coronado con un almuerzo cercano junto a los residentes.

Por la tarde, el teatro abrió sus puertas con una pancarta de “Bem-vindas”. Entre música y recuerdos, un grupo de cantores portugueses interpretó melodías folclóricas acompañados por el coro de los propios ancianos, que cantaban con entusiasmo; incluso Susana, con sus 101 años, lo hacía de memoria. Las representaciones escénicas evocaron la llegada de las hermanitas a Lisboa en 1884, la aparición de la Virgen en Fátima en 1917 y la misión de Santa Juana Jugan guiando simbólicamente a residentes y colaboradores en una barca de esperanza. Al final, una estatua de la Virgen de Fátima fue entregada como símbolo de futuro, pensando en nuevas fundaciones.
El encuentro con las familias y el saludo de las empleadas al día siguiente reforzaron aún más el ambiente de gratitud y fraternidad. Con ramos de rosas, pastéis de Belém y palabras sinceras, se palpaba el buen espíritu que reina en la Casa.
Cada momento vivido fue semilla de alegría, fe y aprendizaje. En la sencillez de los gestos y en la cercanía de Mère, todos encontraron el impulso para renovar el camino con entusiasmo y esperanza.
Llegó el día de la despedida. Algunos ancianos, en sus sillas de ruedas, formaban un círculo, como si fueran una corona viva de recuerdos y gratitud. En sus manos, cada uno sostenía una flor, sencilla pero llena de significado. Juntos, componían una palabra que lo decía todo: OBRIGADO. Era su forma de agradecer, de decir adiós con el corazón.
El canto de “Adeus” de Fátima llenó el aire, suave y emotivo, mientras los pañuelos blancos se agitaban, igual que en Fátima. Fue un adiós sereno, lleno de luz, donde cada gesto hablaba de amor y de despedida.

El paso por el santuario de Fátima, se sentía en los corazones casi “obligatorio”. Fueron dos días llenos de paz y gracia, vividos a los pies de María. Desde el primer momento, sintieron cómo el corazón se llenaba de silencio, recogimiento y oración. En aquel lugar santo, cada rincón invitaba al encuentro con Dios; la Capelinha, donde la Virgen se apareció, las envolvía con una ternura difícil de describir.
Visitaron los lugares donde vivieron los pastorcillos —Lucía, Francisco y Jacinta—, y al recorrer aquellos senderos sencillos percibieron la fe y la pureza de los niños que escucharon el mensaje del Cielo. En cada oración se entrelazaban las voces del pasado con las del presente, unidas en un mismo amor a la Madre del Señor.
La procesión de las velas fue uno de los momentos más conmovedores: miles de personas, con sus velas, luces encendidas que se mecían al compás del Ave María, iluminando la noche con un resplandor sereno.
Fátima, como siempre, dejó en cada una huella profunda. Con el alma colmada de luz, de fe y de esperanza, retomaron su peregrinación de esperanza, esta vez camino de la ciudad de Porto.

Después de la feliz parada en Fátima, donde el grupo rezó por todos en la Capelinha das Aparições y disfrutó espiritualmente siguiendo los pasos de los tres pastorinhos, continuaron el viaje, esta vez hacia la casa de Porto.El día 4, hacia las once y media de la mañana, llegaron a «la ciudad de los puentes». Tras el esperado saludo de la comunidad, en la recepción las aguardaban seis empleadas vestidas con los hermosos trajes regionales del norte de Portugal. Dos de ellas sostenían una pancarta que decía “Bem-vindas”, mientras otras dos, al son de la música, mostraban la palabra “ao” (a), y finalmente las últimas dos desplegaron “Porto”. Fue una bienvenida alegre, original y llena de color.
Al entrar en el salón de actos, los Residentes las recibieron en dos filas paralelas, dando paso a la Madre General y Madre Patricia. Cada uno de ellos llevaba en la mano un pequeño barco. Tras el cálido discurso de bienvenida, pronunciado en portugués y español por dos Residentes, también ataviadas con trajes tradicionales, se explicó el significado de aquel pequeño barco: evocaba uno de los símbolos más típicos de la ciudad, el famoso vino de Porto.
En ese momento, un gran barco, dirigido por dos tripulantes, cruzó el salón cargado con barriles de vino. La historia que acompañó la representación contaba que quien pasea por las orillas del río Duero puede ver las pequeñas embarcaciones de madera llamadas rabelos, que durante siglos transportaron el vino desde las fincas vinícolas del interior hasta las bodegas de Porto. Aquellos marineros, hombres de fe y coraje, fueron parte esencial de la historia y el alma del pueblo portugués. Al ritmo de la alegre música portuguesa, fueron presentándoles los productos típicos del norte: queso, vino, sardinas, dulces… Una muestra viva de la hospitalidad y el cariño de las gentes del norte. Después de esta cálida acogida, todos se dirigieron a la Capilla para cantar la Salve y también encomendar esta visita a San Antonio, patrón de la casa, y a Nuestra Señora de Fátima.

La mañana siguiente transcurrió entre encuentros y sonrisas. Saludó a los Residentes que estaban todos juntos en el Comedor Mixto, dando un aire de fiesta a la jornada. Más tarde se reunió con los Asociados Juana Jugan; por la tarde saludó a los voluntarios y familias de las hermanitas, que acudieron numerosas, ya que muchas de ellas son originarias de esta región norteña.
El teatro de la tarde fue un verdadero estallido de alegría. El salón de actos se transformó en una típica plaza portuguesa, con puestos que ofrecían vino de Porto, dulces y otras delicias regionales. Las mesas, dispuestas por todo el salón, creaban un ambiente festivo al que llamaron “La Plaza de la Alegría”.
Dos asociados presentaban el acto desde el escenario, mientras los asistentes disfrutaban del vino y los dulces portugueses. Primero, los presentadores recordaron los comienzos de las hermanitas en Portugal: su llegada en 1884, su establecimiento en Porto en 1895 y las posteriores fundaciones en Funchal y Covilhã, que se vieron interrumpidas tras la Revolución de 1910. Sin embargo, las hermanitas nunca abandonaron Porto, gracias al apoyo de personas influyentes que protegieron su presencia en la ciudad.
Un pequeño video mostró la vida actual de la Casa: sus gentes, sus actividades, su espíritu vivo y comunitario. Luego, un grupo de jóvenes que frecuentan la Casa llenó el escenario con bailes tradicionales del norte de Portugal, acompañados por una “Mini Orquesta de Residentes” que tocaba con entusiasmo. Cada baile, precedido por una breve explicación, representaba las fiestas populares de los pueblos de la región.
Fue una tarde llena de alegría, música y fraternidad, vivida con todo el calor del alma portuguesa. Para terminar, el día de Nuestra Señora del Rosario fue muy bien vivido con la visita de Manuel da Silva, quien celebró la Eucaristía acompañado por sacerdotes amigos de la casa. Así, poco a poco llegó el momento de cruzar de nuevo la frontera, esta vez camino de Segovia.

Continuamos con la visita de Madre General y Madre Patricia, esta vez a Segovia, tras los cambios de itinerario provocados por imprevistos en Salamanca, la comunidad las recibió con enorme cariño y entusiasmo. Desde su llegada en la tarde del día 8, se percibía la expectación y la alegría por su presencia. La bienvenida oficial tuvo lugar a la mañana siguiente en el jardín de la Casa, donde residentes y empleadas las esperaban con una emotiva ceremonia llena de símbolos y colorido. Dos residentes, vestidos con el traje típico segoviano, ofrecieron flores a las visitantes, mientras un gran corazón de rosas —hecho por los propios residentes— decoraba la entrada. Al ritmo del folclore segoviano, todos agitaban corazones de papel y una gran pancarta daba el tono festivo a la jornada. Fue precioso el momento en el que las recién llegadas entraron en la Casa atravesando el corazón, gesto que simbolizó la acogida de todo corazón.
Posteriormente, visitaron la exposición de trabajos manuales realizados por los residentes, fruto de la ergoterapia, organizada con auténtico espíritu de colaboración. Durante el almuerzo, Madre Mª del Monte participó en el tradicional rito del cochinillo segoviano, cortando el asado con el canto de un plato y lanzándolo luego al suelo como símbolo de buena suerte, lo que causó gran alegría entre los presentes.

El día siguiente estuvo dedicado a los encuentros con el personal y las familias, y coincidió con la festividad de Nuestra Señora del Pilar. Por la mañana, aprovecharon para ir a pie hasta el Acueducto de Segovia, rezando en el camino el Rosario. Más tarde, los residentes les ofrecieron un homenaje artístico con un decorado del Acueducto y varias actuaciones: un canto a la Virgen de la Fuencisla, interpretado por un coro formado solo por residentes y una representación de “Las espigadoras”, de la zarzuela La rosa del azafrán, en la que empleadas y residentes lucieron trajes tradicionales confeccionados por ellas mismas. El ambiente se animó aún más con la actuación de dulzaineros y danzas segovianas, incluyendo el típico paloteo, que fascinó a todos por su precisión y alegría.
Por la tarde, en el jardín se plantó un acebo como signo de vida y recuerdo de la visita. Luego, en la capilla, se celebró el Rosario y la Eucaristía, presidida por Monseñor Jesús Vidal, obispo de Segovia, quien destacó en su homilía la fortaleza de María sustentada en la fe y la Palabra de Dios. La jornada concluyó con profundo agradecimiento por la calidez del encuentro y las abundantes gracias recibidas.

Después de dejar la bella ciudad de Segovia, hacia las 18:00 h, la comitiva llegó a la casa de Pamplona. La comunidad, junto con residentes, empleados y colaboradores, las recibió con gran alegría bajo un cielo despejado. Para darles la bienvenida, dos jóvenes interpretaron el tradicional Aurresku de honor, una danza vasca solemne que se ejecuta en señal de respeto. Aunque Pamplona no pertenece al País Vasco, se eligió esta danza para subrayar la importancia de la visita. Luego, dos parejas de residentes vestidos de pamplonicos les ofrecieron ramos de flores, y todos se dirigieron al salón de actos, donde se cantó No tengo miedo, acompañados por guitarra y armónica. En el estribillo, los asistentes levantaron una cruz como símbolo de fe y fortaleza.
Posteriormente, en la capilla, se rezó la Salve encomendando la visita también a San Francisco Javier y San Fermín.
El martes visitaron los comedores, saludando a los residentes, quienes recibieron con cariño el cuadro del Sagrado Corazón y los bombones que les ofrecieron. También compartieron un emotivo encuentro con las empleadas, a quienes expresaron gratitud mutua y se tomaron una foto recuerdo en el jardín.
El jueves, nuestras viajeras y cuatro hermanitas visitaron el Monasterio de Leyre, donde participaron en la Eucaristía con los monjes benedictinos, y después acudieron al Castillo de Javier, encomendando allí los frutos de la visita canónica.

El viernes 17, el arzobispo de Pamplona, don Florencio Roselló Avellanas, presidió la Eucaristía junto a diez sacerdotes amigos de la casa. Antes de la misa, Madre Mª del Monte se reunió con los Asociados Juana Jugan para dialogar sobre la Asociación y recibió como obsequio un Cristo sonriente con una placa conmemorativa. Más tarde, saludó a los voluntarios —unos 43— agradeciendo su servicio desinteresado.
Esa tarde se representó la obra Los números de Dios, protagonizada por residentes, empleados y voluntarios. En ella, Dios elegía al número “0”, símbolo de humildad, encarnado por Juana Jugan. La representación destacó la sencillez y grandeza espiritual de la fundadora, y fue recibida con emoción.
Tras la obra, tuvo lugar el saludó a las familias de las hermanitas en la cafetería, donde se tomaron una foto recuerdo. Finalmente, el sábado por la mañana, tras la Eucaristía de despedida, partieron rumbo a Salamanca, concluyendo así una visita llena de alegría, fe y agradecimiento.

Por fin tuvo lugar la esperada visita a Salamanca. El sábado 18 la comunidad recibió con inmensa alegría a las visitantes en la querida Casa salmantina. Todas aguardaban junto a la verja, mientras Residentes y empleados, formando un coro en la puerta, aplaudían con entusiasmo. Una pareja de Residentes, vestidos de charros, dio la bienvenida bajo la hermosa fachada engalanada con una triple pancarta: “Alegría de recibirlas como peregrinas de esperanza en el año jubilar, con Santa Juana Jugan formando una verdadera familia en esta bella ciudad de Salamanca”.
Una empleada, ataviada con el traje típico de Chile y sentada en un carro decorado con paja e instrumentos tradicionales, saludó en honor a la Madre Patricia. Las visitantes recibieron un ramo de flores y la llave de la Casa. Los Residentes entonaron un canto al Sagrado Corazón de Jesús, agitando pequeñas pancartas con su imagen.
El saludo a los Residentes fue profundamente emotivo, y el encuentro con los empleados tuvo un matiz especial, al saberse que la comunidad pronto deberá dejar la Casa. A pesar de la tristeza, el ambiente fue verdaderamente familiar. Tras las palabras de gratitud de la Madre general, los empleados ofrecieron un centro de plantas y un cuadro con el nuevo logo de la congregación, decorado con el tradicional “botón charro”. Más tarde, todos compartieron una fotografía en la escalinata y un alegre aperitivo.

El lunes 20, tuvo lugar la reunión con los asociados Juana Jugan, quienes le plantearon preguntas sobre el futuro de la Asociación. Ella los animó a vivir el presente y a continuar visitando a los ancianos. La Eucaristía, presidida por Mons. José Luis Retana y seis sacerdotes, culminó con palabras de agradecimiento por tantos años de servicio: “Que el Señor continúe bendiciendo vuestro carisma y misión”, expresó el obispo.
Por la tarde, Residentes, empleados y voluntarios representaron la vida del padre Ernesto Lelièvre, representando su llegada a la ciudad de Salamanca. Resultó una representación preciosa, tanto en el recorrido de su vida, como en la belleza de los decorados y el acierto del vestuario de la época. Ha habido escenas, como la presentación del cuadro de James Collinson, llenas de emotividad y de calidad. No queremos silenciar la belleza de más de 15 Ancianos participando en el teatro, con sus sillas de ruedas, en gran número. Al final, aparecieron Santa Teresa de Ávila y Santa Teresa de los Andes como homenaje a Madre Patricia. Madre Mª del Monte recibió un original “ramo de flores” hecho con billetes, suma de los 2.700 euros recaudados para las misiones.
La despedida fue el día siguiente. Una residente pronunció unas palabras de gratitud por los 152 años de presencia de las Hermanitas en Salamanca y el compromiso de seguir orando por las vocaciones.

Nos parecía tan lejano el fin de esta visita canónica… pero ¡todo llega! Sí la Casa-Noviciado de Los Molinos, en la Sierra de Madrid, era la última parada de este gran recorrido por las casas de la Provincia de Madrid. Una casa muy conocida por ella, ya que nuestra Madre General se formó ahí para la Vida Religiosa, y unos años más tarde estuvo encargada de la formación de las novicias durante más de una década. Así que no es difícil imaginar la alegría de encontrarse en estos lugares tan conocidos y queridos.
El miércoles 22 de octubre, hacia las doce y media del mediodía, el grupo llegó a Los Molinos después de realizar una breve parada en las Carmelitas de Mancera (Salamanca), tan queridas por Madre Mª del Monte, para encomendarse a su oración. La llegada a la casa de Los Molinos fue especialmente original y emotiva: todos se encontraba en romería en torno a la Virgen del Espino. En la puerta principal las esperaba una hermosa réplica de la imagen original, prestada por la parroquia, colocada en el centro del patio y rodeada por romeros y romeras —residentes y empleados— vestidos con trajes tradicionales y sombreros negros. Mère no pudo ocultar su emoción al contemplar a la Virgen del Espino, a la que tantas veces había acudido a rezar en su pequeña ermita. Todos los presentes cantaban con entusiasmo “Yo tengo un gozo en el alma”, agitando los sombreros en el aire. Dos romeros ofrecieron un ramo de flores a las recién llegadas y, tras unas cálidas palabras de bienvenida a esta querida Casa-Noviciado, todos entonaron el himno a la Virgen del Espino, como en la romería auténtica.
Por la tarde, después del saludo a los Residentes, tuvo lugar la representación teatral preparada con gran esmero y cariño. Antes, Mère se reunió con los voluntarios de la casa. Aunque el lugar se encuentra en plena sierra y algo apartado del pueblo, el salón de actos se llenó de público. La animación incluyó dos piezas llenas de arte y sentimiento. En la primera, los Residentes interpretaron la Jota de la Vendimia, danzando no solo con el cuerpo, sino también con el corazón. El escenario representaba la vendimia, con tres filas de participantes que bailaban y tocaban castañuelas y panderetas con auténtico arte popular. Ofrecieron esta jota a la Madre General como símbolo de una cosecha abundante y alegre, inspirada en las palabras del Evangelio: “Yo soy la vid… el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto”.

La segunda representación, muy apropiada para un noviciado, relató la historia de una vocación. Un personaje llamado “Providencia” abría su libro para contar la historia de una joven llamada Carmen. Se evocó también la vocación de la primera Hermanita de los Pobres, su tiempo de espera, oración y escucha hasta descubrir la mirada de Cristo en los ojos ciegos de Anna Chauvin. Luego, tres hermanitas conversaban sobre su llamada, y una de ellas —Carmen— recordaba su juventud en Sevilla, su gusto por el baile y cómo una visita a los ancianos cambió su vida. La escena final mostraba a “Sor Carmen” feliz, tras años de servicio a los ancianos. Fue una obra sencilla, emotiva y profundamente espiritual.
Al día siguiente, tras el saludo a los asociados, los asistentes recibieron una nueva sorpresa. La Eucaristía fue celebrada por un monje benedictino y contó con la participación de la Escolanía del Valle. Los niños, vestidos con sus túnicas, interpretaron cantos gregorianos y polifónicos que llenaron la capilla de belleza y recogimiento. Para todos los presentes fue un auténtico regalo del cielo, colmando de emoción y gratitud el cierre de unos días inolvidables. Continuará…